09 mayo 2007

Guerra fratricida en Yemen del norte


Miles de muertos y 30.000 refugiados son el balance, según la Cruz Roja Internacional, de una guerra civil que se libra en el norte de Yemen, cerca de la frontera con Arabia Saudí, entre el ejército y un grupo de rebeldes chiíes. “Es una guerra muy fea, en la que yemeníes luchan contra yemeníes”, escribe el diario “Yemen Times”. Sin embargo, poco se sabe de esta guerra y es difícil distinguir entre propaganda y rumores, puesto que el Gobierno censura la información, ha cortado las carreteras a la conflictiva región de Saada, silenciado las líneas telefónicas y tapado la boca a la mayoría de los periodistas.

Los combates comenzaron en el verano de 2004, después de que los simpatizantes del clérigo chií Hussain al-Huthi protestaran durante semanas contra el rumbo pro-occidental del Gobierno. Tres meses después, al-Huthi fue encontrado muerto, pero los combates siguen produciéndose bajo el mando de familiares suyos, con pausas para las negociaciones, altos el fuego y amnistías. Desde enero de este año, no obstante, vuelven a estar al rojo vivo.

Los al-Huthi son una familia de eruditos religiosos, acusados por el Gobierno de terroristas, pagados por Irán y Libia y que persiguen la creación de un Estado religioso presidido por los zaiditas, una saga de imanes que durante más de mil año gobernaron Yemen, hasta la revolución de 1962.

El hermano del asesinado Hussain desmiente las acusaciones del Gobierno de recibir ayudas del extranjero y sostiene que el objetivo de su lucha es instituir un Yemen federal, “aunque la mayoría que combaten en esta guerra no luchan por un ideal, sino por su vida”, manifiesta Yahya al-Huthi, que vive refugiado en Alemania.

No parece que esta guerra pueda ser ganada por vía militar. La gran ofensiva anunciada por el Gobierno para principios de año fracasó y los rebeldes se niegan a negociar mientras el ejército mantenga sus unidades en la región de Saada. “El Gobierno se ha olvidado de la historia de Yemen”, comentaba el Yemen Times. “Ningún ejército ha logrado jamás someter a esta parte del país. ¿Por qué persiste en una operación en la que han fracasado los egipcios, los otomanos, los romanos y los persas?”

03 mayo 2007

La paz en Próximo Oriente es un juego


Muchos lo han intentado y nadie lo ha conseguido. Llevar la paz a Próximo Oriente, encontrar una salida negociada y pacífica al enconado problema entre israelíes y palestinos parece una quimera. Sin embargo, gracias a un nuevo juego de ordenador los ciudadanos podemos intentar encontrar el camino hacia una paz virtual.

El juego llamado “PeaceMaker” – está disponible en inglés, hebreo y árabe – ha sido ideado por programadores israelíes y estadounidenses. Permite representar el papel del primer ministro israelí o del presidente palestino y admite la toma de decisiones diplomáticas y de medidas económicas y de seguridad. Tal como ocurre en la vida real, cada acción lleva a una reacción de la otra parte en conflicto o de la comunidad internacional. La estrategia es llegar a obtener compromisos de las partes en conflicto que permitan finalmente la creación de un Estado palestino.

Las estrategias más exitosas del juego son las que optan por el camino del medio, las que evitan decisiones radicales y son ponderadas.

Burak y Eric Brown, los creadores, consultaron con estudiantes palestinos mientras desarrollaban el juego y lo ponían a prueba con musulmanes y judíos. No obstante, a las distintas partes les resultaba muy difícil ponerse en el rol del contrario.

Si las estrategias para la paz del jugador son aceptables en el juego se abren ventanas que muestran diferentes escenarios e indican los progresos hacia la paz. En tu papel como líder israelí o palestino, el juego te enseñará mediante sondeos de opinión, que los ciudadanos agradecen los esfuerzos realizados para resolver el conflicto.

Quizás los jugadores sean algo más hábiles que Ehud Olmert, el primer ministro israelí que quiso acabar con Hezbolá atacando Líbano. Resultado de esa operación que mató a hombres, mujeres y niños y destruyó las infraestructuras del país: uno de los últimos gabinetes “pro norteamericanos” en Próximo Oriente está amenazado por la misma guerrilla a la que dijo poder destruir.