Se vuelve a hablar del inicio de una nueva Guerra Fría. EEUU y Rusia están tomando posiciones en el mundo globalizado. El discurso del presidente de Rusia, Vladímir Putin, en la Conferencia de Seguridad de Munich el 10 de febrero criticando con dureza a Estados Unidos fue el primer gesto explícito de las tomas de posiciones.No se trata esta vez de una guerra de influencias entre sistemas ideológicos, políticos y económicos, sino de una guerra entre dos potencias capitalistas en disputa por la conquista de áreas de influencia comercial. Una de estas áreas sería Oriente Próximo.
Todo comenzó en diciembre de 2002, cuando los rusos empezaron a rehacer su política exterior de la mano de Putin y Washington puso en marcha su “Plan de Asociación Estados Unidos-Mundo Árabe” que pretendía la transformación sociopolítica e identitaria árabe. El plan fue recibido de forma notablemente hostil, acarreando sentimientos anti-occidentales y anti-americanos en el mundo islámico y especialmente en Irak, Arabia Saudí y Egipto, tres países señalados como una amenaza potencial por su sistema educativo y social.
Los rusos entendieron perfectamente la situación y decidieron volcarse en Oriente Próximo para recuperar la influencia perdida añadiendo, además, el componente del petróleo, puesto que el gobierno de Putin había visto en la iniciativa de EEUU el intento definitivo de controlar la OPEP y sentía cómo, tras las invasiones de Afganistán e Irak, Washington se había acercado peligrosamente a su flanco sur y cercaba a uno de sus aliados tradicionales en la zona: Irán. Como consecuencia, Rusia insinuaba que podría cambiar su comercio petrolífero en euros, cuando la OPEP, incluyendo los países árabes, habían venido reduciendo la proporción de sus reservas en dólares en más de 13 puntos porcentuales en los últimos tres años, fundamentalmente a favor del euro.
Así las cosas, Rusia rediseñó en 2005 su política exterior en Próximo Oriente, vendiendo, por una parte, armas modernas a Siria e Irán y, por otra, acelerando la firma de sustanciosos contratos económicos. Cancelando el 73% de la deuda a Siria y, a cambio, participando en proyectos económicos conjuntos, Rusia pasó a convertirse en socio privilegiado en el ámbito energético, especialmente en la explotación y mantenimiento de centrales hidráulicas, así como en la extracción de gas y petróleo en yacimientos o en el oleoducto Kirkuk-Baniyas.
Por otro lado, en 2005 Irán realizó dos operaciones estratégicas para dejar patente su posición de potencia regional con la aquiescencia de Rusia. Por un lado, consolidó su alianza con Siria y, por otro, puso en marcha su proyecto de enriquecimiento de uranio, suspendido desde noviembre de 2003. Una decisión de este calado no la hubiese tomado si Rusia se hubiese opuesto, pero el gobierno de Putin veía en esta decisión la oportunidad de construir reactores nucleares e ingresar en sus arcas miles de millones de dólares.
Los movimientos político-estratégicos, el rearme y la incapacidad o negación de Estados Unidos de hacer avanzar el proceso de paz árabe-israelí, están provocando el fin del dominio estadounidense en la zona mientras se está formando una nueva estructura regional de seguridad que incluye a varios países: Arabia Saudí, Turquía, Siria e Irán. Y si la Administración Bush insiste en su estrategia de las “fronteras de sangre” que excluye la presencia de un poder árabe autónomo en la zona, puesto que este lugar lo ocupa Israel, Rusia se preocupa por conocer la opinión árabe. Las visitas de Putin a Arabia Saudí, Qatar y Jordania, y el recibimiento en el Kremlin de una delegación de Hamás y del presidente de la Autoridad Palestina ha dejado bien claro que en Oriente Próximo hay alguien más que marca la pauta. (El artículo de Alberto Cruz se encuentra en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47393
A Estados Unidos le queda el rearme nuclear y la ampliación de la OTAN con sus sistemas de defensa antibalísticos , sobre todo en Asia Central y en los países del este de Europa, como Polonia, la República Checa y todos los países que habían formado parte del Pacto de Varsovia. La doctrina del ataque preventivo ha sido sustituido por el Conplan 8022, un plan ofensivo que puede ponerse en marcha por la simple percepción de una amenaza inminente y ser ejecutado por orden presidencial, sin la aprobación del Congreso. Con el antecedente de la falsa o inventada “percepción” del Pentágono sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, es previsible que este nuevo plan permite a Bush lanzar misiles contra cualquier amenaza percibida o incluso potencial y no comprobada.