22 septiembre 2006

Asamblea de la ONU, se levanta el telón

Se ha levantado el telón. Ha comenzado la 61 Asamblea General de Naciones Unidas. Durante 10 días, dignatarios de todo el mundo suben al estrado para exponer y debatir cruciales problemas mundiales que van desde las crisis políticas y los estragos del subdesarrollo económico hasta los brotes de epidemias implacables. Alguno de ellos ya tuvo su función estelar, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que llamó a Bush "el diablo", que deja rastros de azufre a su paso. El presidente estadounidense, por su parte, siguió con su "agenda democrática" y sus teorías simples sobre cómo y a quién votar en el mundo islámico.
La respuesta del sur al norte fue mejor articulada por los presidentes de Brasil, Bolivia y Sudáfrica, en la cual coincidieron que el problema de fondo es la injusticia económica del orden mundial y que se requiere una "democratización" de la llamada comunidad internacional. Hablaron del hambre, del robo de los recursos naturales, el libre comercio que sólo beneficia a los ricos y la marginalización de mayorías del mundo para que funcione una estructura montada y dirigida por algunos cuantos. Son las críticas de siempre, pero siempre actuales. Incluso se ha acuñado ya un lema, pronunciado por los pasillos en uno de los idiomas oficiales del organismo, que dice: "le plus que change, le plus que c'est la même chose". Y, sin embargo, la ONU es el único foro donde se pueden exponer todos los puntos de vista, por extravagantes y contradictorios que sean. Y por ello, las Naciones Unidas son imprescindibles, a pesar de sus imperfecciones, a pesar de la necesidad de reformas, muchas de ellas ya en marcha y otras muchas pendientes. Es un organismo enormemente complejo, a veces preso de la contradicción que supone hacer uso de la fuerza y al mismo tiempo tratar de socorrer a las víctimas que esa fuerza puede generar.
El que mejor lo sabe es su secretario general, Kofi Annan, quien con amargura pasa ahora el testigo a su sucesor. En su discurso final manifestó que "nos encontramos actualmente enfrentados a un mundo en que las divisiones amenazan la noción misma de la comunidad internacional sobre la que precisamente esta institución reposa." Ello no le impidió exaltar el papel indispensable de la ONU. "Cedo mi plaza a otros con un sentimiento obstinado de esperanza en nuestro futuro común". La esperanza es lo último que se pierde.

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