20 septiembre 2006

Hungría, mentiras y verdades

Las imágenes de coches ardiendo y los actos vandálicos contra los estudios de la televisión estatal MTV no son un reflejo realista de las protestas que han surgido con fuerza en Hungría. Individuos de la marginalidad y de la extrema derecha han aprovechado el momento para dar rienda suelta a sus instintos más básicos, mientras que sus expresiones violentas poco tienen que ver con el discurso del jefe del Gobierno de la coalición socialista-liberal, Ferenc Gyurcsány, ante la dirección de su partido, en el que reconoce que ha mentido a la ciudadanía al ocultarles un plan de saneamiento de grandes costes sociales. Sí es real, en cambio, la crisis política. Se trata de una crisis de credibilidad.
A nadie le gusta oír que ha sido víctima de mentiras sistemáticas, tampoco a los electores húngaros, aunque cualquier persona con una mínima capacidad analítica debería haberse dado cuenta que ningún partido que se presentaba a las elecciones el pasado mes de abril podía cumplir las promesas dadas.
Desde la caída del muro de Berlín, todos los gobiernos de los países del Este que cedieron a la presión de Bruselas y emprendieron reformas impopulares, han sido castigados en las urnas, como pasó ya al gobierno reformista socialdemócrata húngaro de Gyula Horn, que tuvo que ceder el poder a Fidesz, partido populista y de derechas. Rechazar cualquier reforma ha sido hasta ahora una garantía de supervivencia. Nadie en Hungría ni en el resto de los países del antiguo bloque socialista tiene la fórmula para trasladar de forma indemne el sistema social heredado del bloque socialista, donde el paro y la iniciativa privada eran inexistentes, a la época actual. El autoengaño de que Hungría sería capaz de pasar sin daños colaterales del sistema soviético al capitalismo occidental se ha destapado finalmente. Las medidas de ahorro anunciadas el pasado mes de junio han frustrado todas las ilusiones. Quién sabe si, al final, ha honradez de Gyurcsány va a tener una recompensa. Aunque sería la primera vez que una cosa así pasara en Hungría.

Fuente: taz
El País

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