27 octubre 2006

África, el maná de China

Para China, el continente africano es la nueva tierra prometida, un territorio virgen con pocos productos locales manufacturados, poca competencia y muchos, muchos recursos naturales. En los últimos diez años, la economía china ha crecido un 9% anual, por lo que necesita de todo: minerales, productos agrícolas, madera, oro y petróleo, mucho petróleo. Y aunque en la lengua mandarín los caracteres de “África” significan “continente equivocado”, los chinos hacen la vista gorda. Siempre la han hecho. Ya en el siglo XV, los emisarios del emperador se llegaron hasta Mozambique para intercambiar seda por jirafas. Luego, durante la guerra fría, los maoístas dotaron a África con hospitales, estadios de fútbol y con su ideología. Ahora, China ya no pretende ganarse los corazones de los africanos ni se hace con sus jirafas, ni siquiera pretende extender su radio de influencia. Simplemente quiere sus materias primas.
La primera semana de noviembre Beijing recibirá y agasajará a 30 mandatarios africanos y les ofrecerá una reducción de su deuda exterior, un abanico de ayudas y apetitosos ofrecimientos para las inversiones y el comercio. Mientras China se hace con los derechos de explotación de minas, repara vías férreas y construye oleoductos, África se lo agradece cerrando embajadas de Taiwán. China ayuda también a algunos gobiernos africanos evadir las sanciones occidentales impuestas por la violación de los derechos humanos. Por ejemplo ayudó a Sudán a evitar las sanciones de la ONU por su actuación en Darfur. El petróleo de Sudán pesa más que el genocidio. La cara de la moneda de las ayudas e inversiones chinas en África es que la economía del continente negro creció un 5,5% en 2005 y se espera un aumento todavía mayor en los próximos años. La cruz: los baratísimos productos chinos han invadido África, lo que representa una competencia desleal. Las condiciones laborales en las empresas chinas en África son más que precarias; las empresas chinas ignoran las iniciativas empresariales internacionales que proponen el tratamiento de los aspectos sociales y ambientales en la financiación de proyectos o aportan las herramientas para una menor contaminación de las industrias mineras. Además, muchos empresarios chinos se traen a su propia mano de obra en vez de contratar mano de obra local.
Por lo tanto, si África pretende crear empleo para su gente y no sólo engrosar las arcas de sus gobiernos, si no quiere ser eternamente vulnerable a los caprichosos movimientos de la economía mundial respecto a los precios de las materias primas tendrá que empezar a exportar más productos manufacturados. África tendrá que hacerse con los conocimientos de China, no solamente con su dinero. En caso contrario, China será el nuevo tiburón tan voraz como todos sus predecesores.

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